Rusia antes de la revolución: la Rusia zarista
Al empezar el siglo XX, Rusia era un país atrasado económica y socialmente. Tenía una economía agraria de tipo feudal. La mayoría de la población está constituida por campesinos pobres y en los escasos núcleos industrializados los obreros viven en penosas condiciones. Le sigue una clase media de propietarios rurales (kulaks) y profesiones liberales, y por encima una burguesía enriquecida por la explotación minera e industrial y una minoría de aristócratas latifundistas.
Se explotaba a los campesinos que conformaban un 85% de la población; éstos vivían en condiciones de extrema pobreza, expuestos al intenso frío, al hambre y a las pestes. El gobierno ruso percibía esta inconformidad popular y había decidido hacer una serie de reformas como abolir la servidumbre y permitir la entrada de capitales extranjeros para instalar industrias. Pero las condiciones no mejoraban.
El sistema político era la autocracia zarista. Rusia era un imperio conducido por un zar, con poder absoluto. En 1905 el poder lo ocupaba el zar Nicolás II, de la dinastía Romanov, hombre de personalidad débil. Los campesinos comenzaron a organizarse para tratar de rebelarse contra este sistema injusto y opresor.
Fuente: www.lavanguardia.com
Dentro de la oposición existían dos opiniones enfrentadas:
a) los que deseaban un país capitalista como el resto de Europa occidental, con tendencias liberales. b) una gran mayoría que deseaba una política de tipo socialista (los campesinos, obreros y soldados).
Revolución de 1905
El estallido revolucionario de 1905 sirvió de precedente y referente (antecedente) al de 1917. Fue fruto del malestar que provocó la crisis económica que azotaba Rusia (crisis de subsistencias, desempleo), y del descontento causado por la derrota militar frente a Japón. Hubo entonces un intento de revolución. El descontento social se manifestó con huelgas, protestas y rebeliones militares. Aparecen ya los primeros soviets (institución obrera). El zar, asustado, hizo concesiones, veamos:
En lo político, el Manifiesto de Octubre, teóricamente otorgaba a Rusia un régimen político similar al de los países democráticos occidentales; en otras palabras, organizaba una monarquía constitucional, que suponía la concesión de libertades cívicas, la extensión del derecho al voto a todas las clases, es decir, el sufragio universal; la creación de una Duma (parlamento o asamblea) con poderes legislativos elegida democráticamente. La autocracia daba paso a una cierta democracia. En la práctica, no obstante, el zar se reservó el control de la Duma a través de un Consejo de Estado, el derecho a veto de los acuerdos que aquella tomase y la facultad de disolverla.
En el plano económico y social, la necesidad de modernizar el agro, principal fuente de riqueza de Rusia, llevó a una serie de reformas como el reparto de las tierras comunales, divididas en lotes, entre los campesinos sin propiedades. En la práctica, estas reformas fracasaron, debido a que pequeños campesinos vendieron sus tierras a los grandes terratenientes (kulaks) y emigraron a las ciudades, con lo que la concentración de la propiedad de la tierra se acentuó (se formaron grandes latifundios). La burguesía vio parcialmente satisfechas sus aspiraciones con las reformas, pero los socialistas las consideraron totalmente insuficientes.
En cuanto el zar pudo organizar un ejército y recuperar su poder dictatorial, anuló las promesas de libertad y aplastó a los soviets. La revolución había fracasado. Pero la oposición al régimen zarista continuó creciendo.
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